1_La desnudez

El cuerpo del ciudadano en  la Atenas de Pericles

“El cuerpo desnudo y expuesto con frecuencia se ha considerado emblemático de un pueblo seguro de sí mismo y que se sentía cómodo en su ciudad.”

Los ciudadanos vivían desnudos en la ciudad, no solo en un sentido metafórico, sino literal, Sennett lo expresa de la siguiente forma; “la democracia ateniense daba gran importancia a que los ciudadanos expusieran sus opiniones, al igual que como hombres exponían sus cuerpos”, entonces; “para el antiguo ateniense, la exhibición de su cuerpo afirmaba su dignidad como ciudadano”, la idea del ciudadano desnudo se basa en la teoría del calor corporal, al tener el calor interior el ciudadano puede estar desnudo en la ciudad, así que la idea que tenemos del arte griego como representación del hombre y la desnudez no es meramente artística, estaba presente en la estructura social y así era como vivían; desnudos bajo la protección de unas murallas y edificaciones que eran la representación arquitectónica del cuerpo en la ciudad.

Por otro lado las imágenes paradigmáticas de “el cuerpo” tienden a reprimir la conciencia mutua y sensata, especialmente entre aquellos cuyos cuerpos son diferentes. Cuando una sociedad o un orden político hablan de manera genérica acerca de “el cuerpo”, puede negar las necesidades de los cuerpos que no encajan dentro de los cánones establecidos.

Entre los antiguos griegos un cuerpo desnudo indicaba la presencia de una persona fuerte, más que vulnerable, y civilizada.

Discobolo
(a)
Laooconte
«el cuerpo» en el ideal griego: (a) Discóbolo del escultor y broncista griego Mirón de Eleutera (copia romana en mármol realizada a partir del original griego hoy perdido); (b) Laocoonte.

La democracia fue la condición fundamental por la cual se entiende esa relación entre el cuerpo y la ciudad (la carne y la piedra), el ciudadano griego tenía todo el poder para tomar las decisiones de la ciudad (como ciudadano, no como individuo), bien lo expresó Pericles “El poder no está en manos de una minoría, sino de todo el pueblo, todos son iguales ante la ley”, lo público, lo de todos (los ciudadanos); era la ciudad.

La condición de ciudadanía en Grecia difiere de la actual, en la medida de que no eran todos los griegos iguales a los ojos de la polis y la sociedad, ciudadanos eran aquellos que podían hacer uso de su voz; para tomar parte en las decisiones, discusiones o simplemente participar activamente (políticamente) en la polis, la vida de la ciudad y la de todos los ciudadanos tenía su expresión en el ámbito político por medio de la voz, por ello la educación de los ciudadanos principalmente giraba en torno al saber expresarse.

Calor corporal: cuerpos calientes y fríos

Los ciudadanos eran los hombres. Las mujeres, los esclavos y los metecos (extranjeros) conformaban un grupo excluido, eran habitantes de la ciudad pero no ciudadanos, Pericles nos habla de una ciudad tolerante cuando dice; “nuestra ciudad está abierta al mundo”, pero aun así es comprensible a nuestros ojos que los extranjeros no sean considerados ciudadanos simplemente por el hecho de no ser griegos, pero en lo referente a las mujeres y los esclavos, la idea era diferente, provenía de una fisiología que proponía que los cuerpos de estos eran más fríos que los de los hombres, existía entonces una distinción entre esclavo y hombre puesto que el esclavo puede ser hombre, pero se consideraba que al vivir ligado a los trabajos propios de la esclavitud su cuerpo se iba enfriando y al descuidar el uso de la voz; perdía la capacidad de participar como ciudadano en la polis, la frialdad corpórea de la mujer; correspondía para los griegos a un “defecto” en la concepción, en la procreación y eran en resumidas cuentas “hombres mal hechos” o según Sennett “versiones frías de los hombres”, que sin embargo tenían la función fundamental de crear, pero esta creación para los griegos era simplemente una forma natural de perpetuar la especie que a su vez tenían los animales, por todo esto, mujeres y esclavos no podían cumplir con las funciones principales del ciudadano; que tenían que ver todas con el empleo de la voz puesto que la vida política griega se desarrollaba “al calor de las palabras”, es decir que para los griegos estos cuerpos calientes poseían las virtudes de ser fuertes, poseer el calor para hablar y a su vez; para actuar o reaccionar en el caso de que fuese necesario. La teoría del calor será utilizada según Sennett “para establecer reglas de dominio y subordinación”.

Los atenienses establecían una analogía directa entre cuerpo y edificio, basándose en la concepción fisiológica del cuerpo; no en su forma, para crear la forma urbana. Ejemplo de ello, la stoa que consistía en una nave larga cuya parte trasera estaba cerrada y la frontal se abría en una columnata al espacio abierto del ágora. Contenían zonas frías y calientes, abrigadas y descubiertas. Las stoas no se concebían como estructuras independientes, sino como delimitadores del espacio abierto.  En el lado cerrado los hombres se reunían para hablar hacer negocios o comer. Cuando un hombre iba al lado abierto que daba al ágora, se encontraba en el lado masculino, el lado expuesto.

StoaVista interior de la Stoa de Attalos. Reconstrucción (1953–1956).

PlantasStoaPlantas de la Stoa de Attalos, 159–138 B.C.

La voz del ciudadano

La democracia participativa ateniense configuró las superficies y el volumen del ágora; paseando de grupo en grupo, una persona podía enterarse de lo que estaba sucediendo en la ciudad y discutirlo. En el espacio abierto del ágora tenía lugar uno de los actos políticos más importantes para los atenienses: el ostracismo, en el que se deliberaba si se enviaba a una persona al exilio fuera de la ciudad. Este era un mecanismo de autocontrol que trataba de garantizar y preservar la democracia y lo colectivo frente a la tiranía y lo individual. Cuando un único individuo se estaba haciendo tan poderoso que podría llegar a ser una amenaza para la ciudadanía y su democracia era desterrado por un periodo de diez años.

Otra condición fundamental de la democracia griega; era que cada ciudadano se apropia de sus actos y sus palabras, la responsabilidad es entonces un concepto propio de la democracia, reemplazando así la forma de participación antigua en la que el individuo se expresaba, y lo que decía era tomado como una idea de todos puesto que estaba sumergido en una multitud y no se le distinguía, como cuando un individuo se expresa o habla por un grupo y por lo tanto lo que dice no se toma como idea suya, sino del grupo, así era antes, una especie de “caos” democrático y de confusión donde no prevalecía la verdadera democracia, pero se desarrolla entonces la idea del “individuo que expresa su individualidad”, y que será juzgado como tal, el espacio se dispone de tal forma que se pueda distinguir a quien habla y confrontarle, reconocerle o apoyarle, se dice entonces que el ciudadano queda “desnudo”, ante la sociedad y la polis misma.

Espacios para hablar

Cuando la democracia había quedado establecida de forma duradera en Atenas, el poder que la palabra adquirió modelo la forma de nuevas construcciones diseñadas para la oratoria apareciendo los teatros (del griego zeatron: un lugar para ver), como lugar para el debate político. Ahora la voz solitaria se apodera de la audiencia mediante la retórica política. Los atenienses conocían y temían los poderes peligrosos de una voz solitaria y expuesta que poseyera habilidad retórica, los ciudadanos temían ser manipulados por la retorica de los políticos y con el tiempo los oradores hábiles se aprovechaban de estos miedos, presentándose en algunos casos como hombres de pueblo, titubeando en sus palabras para ganarse la confianza del auditorio.

Los espacios de la ciudad entonces se disponen democráticamente; el ágora, el areópago[1] y hasta la academia serán espacios para la democracia, espacios para la educación, la expresión de la voz y la participación de todos (los ciudadanos), lo mismo sucederá con la no democracia expresada en el género, se dan los espacios propios de la mujer, es decir; las casas, su oscuro interior era para los griegos el lugar propicio para la frialdad de la mujer.

Teatro

En los espacios políticos democráticos que edificaron los atenienses, especialmente en el teatro construido en la colina de Pnyx, donde se reunían la asamblea de todos los ciudadanos, la organización de la multitud y las reglas de votación tenían por objeto exponer a la vista de todos como votaban los individuos o los pequeños grupos.

El Teatro utilizó la posición sedente en la tragedia: la audiencia sentada estaba literalmente en una posición que le permitía manifestar su empatía con un protagonista vulnerable, porque tanto los cuerpos de los espectadores como los de los actores se hallaban en una posición humilde y sumisa respecto a una ley superior.

El teatro trágico griego mostraba el cuerpo humano, en un estado antinatural de pazos (aflicción, postura sedente), cuando más se distancia de su ideal de fuerza e integridad. En ese sentido, el pazos se oponía al orzos que consistía a la inversa la postura del hombre libre que caminaba por el Ágora mostrando toda su dignidad y virilidad.

Pnyx
Pnyx, Atenas (recreación)

 

Los organizadores de Pnyx intentaron crear un escenario político más amplio. El diseño diáfano del teatro, su disposición escalonada de asientos en gradas y pasillos regulares permitía que los espectadores conocieras las reacciones de otros hombres a los discursos y como votaban. Estos contrastaba con la imprecisión visual del Ágora, donde a una persona le constaba trabajo ver más allá de quienes estaban a su alrededor. Además en la colina del Pnyx los asientos estaban asignados de acuerdo con algunos criterios y las personas se sentaban según la familia a la que pertenecían.

La nueva disposición de las piedras, obligo a los cuerpos a adoptar una posición que modifico en gran medida la forma de hacer política. Mientras que en el ágora la democracia se desarrollaba fundamentalmente entre cuerpos que caminaban o estaban de pie (entre iguales), la colina del Pnyx utilizaba políticamente los cuerpos sentados de los espectadores. Colocaba literalmente al pueblo en una posición vulnerable. Podían ser responsables de sus actos sólo si no se movían, pero en esa inmovilidad se convertían en prisioneros de las voces individuales. Esto no muestra el fracaso del ideal de democracia ateniense, sino las contradicciones y presiones que el pueblo experimentó en una democracia que celebraba el cuerpo humano de una manera particular. La voz expuesta se convirtió en una fuerza de desunión en el espacio urbano. Los rituales urbanos se reforzaron, al ser conscientes los ciudadanos de que la razón y la palabra podía ser manipuladas y transformadas. Esta relación ambivalente  que se da en Occidente entre la razón y el ritual se origino desde la antigüedad y perdura en la actualidad.

[1] El Areópago o «Colina de Ares», es un monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas, sede del Consejo que allí se reunió desde el 480 a. C. hasta el 425 d. C.

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